La salud mental no es un negocio, es un derecho
Cuando la mercantilización supera la vocación
En los últimos años, la salud mental ha ganado el protagonismo que merece, pero con ello ha surgido también un problema preocupante: su creciente mercantilización. La falta de recursos en el sistema público y la dificultad de acceso a profesionales han generado un espacio fértil para el negocio privado, donde no siempre prima el bienestar del paciente.
¿Prioridad en la atención o en los beneficios económicos?
El crecimiento de servicios privados de salud mental puede parecer una solución, pero plantea preguntas esenciales:
- ¿Se ofrece una atención ética y basada en la evidencia?
- ¿Los pacientes reciben el tiempo necesario para su tratamiento o se convierten en clientes en serie?
- ¿Existe un seguimiento real o solo recomendaciones apresuradas?
El riesgo de la banalización
El bienestar mental no puede verse reducido a terapias exprés, consejos vacíos o plataformas de autoayuda sin supervisión profesional. La salud mental no es un lujo ni una moda, sino una necesidad prioritaria para la sociedad.
¿Cuál es la solución?
Debemos reforzar los servicios públicos, garantizar tiempos adecuados de atención y promover una cultura donde pedir ayuda no esté vinculado al poder adquisitivo. La salud mental debe ser un derecho accesible para todos y no un privilegio al alcance de pocos.